jueves, 1 de febrero de 2007

Alaquàs, 1 de febrero de 2007
19:45 y tres cafés solos.


Mi querido amigo,
no he dudado ni un momento entre tus líneas de la realidad de nuestra existencia. El poso que sobrevive pese a tus palabras de mi interés es aún demasiado fuerte para dejarlo antes de que me evidencies de nuevo. La humillación pública rubrica nuestras diferencias y el masturbar de los intentos contigo. Tras la delicada reiteración de hostias en las costillas de tu última carta me dedico mi tiempo a contestarte como mereces, si es que el horario me lo permite y ningún posadolescente me importuna.

Me adelanté, te cuento, como las magdalenas a la leche del desayuno, al sujetar que periodistas de algún modo íbamos a parecer en las crónicas que nos enviásemos. Como me he equivocado tantas veces al suponer sobre lo dicho me desdigo a ultranza. Si lo que puedo llegar a pensar se convierte en abigarrado sentimiento de miedo desvelado en placer literario desconozco sus consecuencias, pero me complazco en ello. Entiéndeme.

Me considero un nómada sediento, al borde de la resistencia física continuamente. Hay tan pocas situaciones de las que no desee migrar... no me considero esclavo de las teclas. Sólo la música (y es ahora lo que) me ha hecho sentir tan dependiente. En otro tiempo alguna entrepierna caliente, pero hace tanto que me rezo en una cuneta abierta que estoy desequilibrado sexualmente… he perdido la cuenta. Es atenuante enumerar días hasta el reencuentro virginal. No hace falta que aletargue el significado de mi baja calidad de vida en una definición de abstinencia sexual e involuntaria; sin embargo, disfruto haciéndolo-eso también.

Me preguntas, también, cómo narrar una verdad, o si cuando la narro lo hago desde la desesperación de quién intenta solapar con palabras la inercia periodística sobre la noticia: nunca he escrito nada sobre mi y si lo he hecho siempre ha sido pensándome en otro. Carlos Cano, Renato Carosone, Enrique Morente, Nick Cave, Albert Pla, Johnny Cash o Michael Stipe. Melancolía íntima y tranquila y desordenada. Bebo otra vez Coca Cola pese a lo del óxido y termino haciéndome espuma que se esfuma sin mayor gloria. Me veo en un espejo ciego, siempre, como el cielo en el suelo.

Me pregunto porque al niño le huele tan agrio el lado paterno de la cama matrimonial. Lo digo porque siempre que puedo me meto, todavía, un rato justo donde mi madre ha dejado en la noche el hueco de su pelo. ¡Oh, amigo! No hay mayor placer que inhalar todos los vientos que surgen en el lugar del que te hablo. Desde esa sonrisa me despido. Con la moralina de pretenderte en una nueva carta y Edipo escrito en rojo sobre la tapa de la Moleskine me dejo atrás, publicado. Antes te recuerdo, yo que te correspondo escribiéndote, que no amo ni siento el menor afecto por la vida, por si lo dudas que veo que sí, por eso desperdicio el tiempo, de lo contrario piensa que no soy tan estúpido como para no hacerlo.

Me empiezo a repetir en el encabezamiento de los párrafos de esta carta.

Cuídate y contesta.

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